Marwa

La historia del género humano es, cuando menos, divertida:

Desde antepasados comunes con el extinto, y sin descendencia conocida que se sepa, Oreopithecus bambolii, que vivió durante el Mioceno en una isla mediterránea, ya desaparecida, en lo que hoy es Toscana y Cerdeña.
Pasando por sucesivas separaciones y reagrupaciones, según cuentan las crónicas genéticas, con los mamás y papás de nuestros primos; Chimpancés y Bononos.
Hasta el europeo Homo Antecessor, coetáneo del oriental Homo Erectus, que dicen, es una especie distinta; O no tanto, que no está claro que no siguieran sucediéndose los mestizajes.

Parece que nuestra especie, tras una brutal cuasi extinción, renació de sus cenizas cual ave fénix, y narran los sesudos científicos, y no sé si creerlo, que un solo grupo de unos mil individuos, fue el responsable de todos nosotros.

Y por divertida y diversa, nos dio por asfixiar hasta la extinción, a nuestros contemporáneos Neandertales, que para eso nuestro bagaje socio-cultural era más avanzado. Tampoco las investigaciones alumbran o descartan apareamientos con consecuencias.

Hablan las leyendas, y ratifican los estudios, de grandes migraciones humanas que poblaron el planeta. También relatan cruentas batallas e interminables guerras por los recursos existentes. Las culturas más fuertes, tecnológica o socialmente hablando, fagocitaban, aniquilaban, desalojaban, o simplemente asimilaban, a las más débiles o peor preparadas para la ocasión.

Hoy, al son de la aldea global, se siguen mezclando las sangres, sin pedir un permiso que nunca necesitaron. Lo peor viene con el choque cultural, que no digo yo que no enriquezca, es que divierte poco y duele mucho.