Y Alicáncano. Y Humo, voluta roja.

jueves, 11 de junio de 2009

Políticos y técnicos (Manual de instrucciones).

El cáncer que corroe a la administración pública, ya sea nacional, autonómica o municipal no es el funcionariado. Estoy muy seguro de esta afirmación y voy a proceder a la argumentación.

La administración pública está gestionada por los políticos, y son ellos los responsables de su funcionamiento. Los funcionarios son la herramienta, el recurso humano. Cuando una institución pública no funciona es que está mal gestionada.

La mayoría de políticos no se preocupa por formarse como gestor, suele echar mano de los técnicos, que para eso están. No vendrían mal unas nociones antes de presentarse a cualquier tipo de elección. Lo digo porque luego no saben distinguir, en el ejercicio de su nombramiento, que marcar pautas de política laboral es una cosa y desarrollar con eficacia las tareas otra. Confunden al usuario, al personal laboral y entre ellos mismos. Lo peor viene cuando asignan tareas técnicas a otros políticos de menor rango en vez de a técnicos cualificados.

Quiero comprenderlos, están atados por servilismos varios que acarrean reparto de prebendas a su propio partido o al sindicato de turno, todo sea por la paz social. Pero hacen un flaco favor al ciudadano. Quien corresponda, debiera marcar una línea a la hora de definir que cargos de libre designación son técnicos, y cuáles políticos. Porque se mezclan churras con merinas, y la mayoría de los mochuelos no encuentran su olivo.

Si a un político, que anda un poco verde en esto de gestionar, le toca la lotería y le asignan mandar mucho, lo tiene relativamente fácil si se dota de un buen equipo técnico de inspección.

Claro que el que no la hace no la teme, y sin embargo si hablamos de inspecciones parece que nombramos la bicha o la soga en casa del ahorcado. Si a un gestor le envían una inspección le da una carguitis de esas que ríete tú de la gripe A. Es porque el término y su acepción están devaluados, subvertidos, y convenientemente demonizados, de tal modo que no suene a herramienta de gestión y sí a motorista de patascortas de otro milenio.

Cuando un político inteligente se reune con sus técnicos para diseñar unas directrices laborales encaminadas a dar un servicio o conseguir unos determinados objetivos, no puede olvidar nunca la importancia de evaluar regularmente, corregir errores in situ, y disponer de modo permanente de la información necesaria. Con un equipo cualificado de tres o cuatro técnicos se inspecciona; esto es se recogen datos, se orienta, y se marcan (o remarcan) directrices a un gestor y su equipo en una semana si el centro de trabajo es muy grande, si es mediano da tiempo a dos centros. Y no se sanciona a nadie, es más viene de perlas para agilizar tareas y armonizar modos de trabajo compartidos.
Porque primero el equipo de inspectores tiene una labor pedagógica muy clara; informar de la política laboral y marcar las pautas de relación entre puestos de trabajo distinto. Otra cosa es encontrar irregularidades de mala fe en las cuentas, porque si las irregularidades son por desconocimiento se corrige el método y a otra cosa. Además la simple existencia del equipo, y la certeza de su periodicidad evitan tentaciones y corruptelas, que el miedo siempre guardó la viña.

No me considero masoquista, durante bastantes años trabajé en un organismo público y puedo contar una inspección por año, y me lo pasaba muy bien con las inspecciones. Aprendía bastante de los inspectores y ellos de mi trabajo (Era un Centro grande de nueva creación). Alguna vez tuvieron que ponerse duros en el acta, pero era más bien por la cerrilidad de algún compañero que se empeñaba en no seguir sus directrices. Me consta que el mismo equipo de inspectores cubría el resto de centros del organismo. Después cambiaron al político que gestionaba el organismo y ya no supe más de ellos. Los eché de menos muchas veces.

En la Junta de Extremadura, en la que trabajo desde hace años, todavía no he tenido el gusto de conocer a ningún equipo de inspectores, debe ser que surgió la moda en los políticos de prescindir de ellos. O que las inspecciones despejan muchas dudas que no quieren ser despejadas, pero no voy a pensar mal, y no voy a creer que lo fácil para un político es echar las culpas a los funcionarios y a lo vagos que somos (Le dijo la sartén al cazo).

Y ahora, como es viernes y son casi las una, me escapo a tomar una cervecita.

6 comentarios:

Amigo de la Dialéctica dijo...

Hola Equilicua:

Soy también un funcionario al que le gustaría ver más inspecciones por mi centro de trabajo, antes solían acercarse pero como sus informes eran desfavorables para la institución, la propia institución optó por prescindir de ellas. El mal funcionamiento de la administración pública se debe a políticos sin capacidad ni cualificación suficiente para dirigir recursos humanos. Al fallar la cabeza fallan los pies. Estoy totalmente de acuerdo con lo que planteas.

Recibe un abrazote amigo.

Equilicua dijo...

Pues es un buen momento para ponerse la pilas, Javier, a la luz de los resultados electorales, y puestos a comenzar a trabajar día a día, no vendría mal comenzar a cuidar lo cotidiano, con especial incidencia en el servicio al usuario, que al fin y al cabo, es el que luego vota o se abstiene, o vota lo que vota.

Si se deja para más tarde, luego no vale ni quejarse ni excusarse.

Pero yo insisto en que no hay que plantear las inspecciones como el elefante que entra en una cacharrería, sino como herramienta amigable de gestión de recursos. Que andan los recursos muy huérfanos de orientación.

Mitsu dijo...

Ya sé que no es un consuelo, pero en todas partes se cuecen habas.

:)

MeTis dijo...

menos mal que no echas las culpas a los funcionarios, que ahi estoy yo intentando sacarme plaza:-) (infractuosamente)

saludos!

Anónimo dijo...

Lo que te decía antes en la cocina, si los cuatro funcionarios que hacen el trabajo a los "nombrados a dedo" que no tienen ni idea de gestionar, dejaran de hacerlo, se les iba a ver el plumero a más de uno/a.

Muá :)

Amigo de la Dialéctica dijo...

Equilicua, qué tendrá el poder que todo el mundo lo quiere.

Se suele desear lo que no se tiene. Así nos lo indica, a través de Sócrates, Platón en su obra el Banquete: "Se desea lo que no se tiene, lo que no se posee, lo que no se es y de lo que se está falto".

Sobre el tema del refresco del cargo destituido o autodimitido concuerdo con lo que dices en el blog de nuestro Feluky. Si no ha aceptado el cargo propuesto es que quiere dar la batalla. Cuando obtenga el cargo que desea terminará su lucha, es una pena que todo el propósito y la finalidad de una lucha sea ocupar un sillón.

Es curioso que cuando el pasado congreso del PSOE se organizaron distintas plataformas para incentivar la participación en el mismo, estas se quedaran en meros instrumentos para presentar candidaturas alternativas; cuando sus animadores ocuparon puestos de responsabilidad estas iniciativas participativas desaparecieron de la faz de la tierra.

Son tiempos en que la ciudadanía quiere recuperar el poder, por ello "el peligro que corre la democracia es que tenga como máximo valor el de 'todo vale igual', 'todos son iguales'. Con ello, la política estaría dando pábulo al nihilismo, al escepticismo, al abstencionismo. Por esta razón la democracia, también tenemos que enraizarla en el ámbito de los fines. La democracia, en su germen, tiene una fuerza o potencialidad implícita: que el demos sea dueño de su poder, es decir, que el pueblo sea verdaderamente soberano de su condición humana."

Equilicua, qué opinas al respecto.

Recibe un muy fuerte abrazote amigo.

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